El libro de Levítico nos enseña a vivir en la
presencia del Todopoderoso. Cuando el Tabernáculo está construido de acuerdo a
la voluntad del Eterno Padre, su presencia, mora en él.
Ezequiel 43:10-12 Tú,
hijo de hombre, muestra a la Casa de Israel esta casa, y avergüéncense de sus
pecados; y midan el diseño de ella. 11 Y si se avergonzaren de todo lo que han hecho, hazles
entender el diseño de la casa, su disposición, sus salidas y sus entradas,
y todas sus formas, y todas sus descripciones, y todas sus configuraciones, y
todas sus leyes; y descríbelo delante de sus ojos, para que guarden toda su
forma y todas sus reglas, y las pongan por obra. 12 Esta es la ley de la casa: Sobre la cumbre del monte, el
recinto entero, todo en derredor, será santísimo. He aquí que esta es la ley de
la casa.
Nosotros, en especial nuestro cuerpo es Templo
actualmente y las mismas leyes que estaban dirigidas a mantener limpio el
Tabernáculo del desierto y después el Templo de Salomón, rigen para nosotros
hoy bajo la instrucción de Yeshúa, para que la presencia de YHVH esté presente.
Recuerden YHVH no cambia, Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos.
El Templo, aunque no esté físicamente con
nosotros en este momento, será levantado de nuevo, porque desde allí reinara el
Mesías. Tenemos que conocer los mandamientos que nos permiten permanecer en él
y no profanarlo. Algo que tenemos que entender de manera correcta es la obra
redentora de Yeshúa. Siempre nos enseñaron (en parte verdad y en parte no) que Yeshúa
dio su vida por nosotros y que por su sangre tenemos salvación. Esto es cierto,
pero lo que no es cierto es que basta con repetir unas palabras para aceptar este
regalo de salvación y listo ¡Vamos al cielo!