Esta porción es una continuación de la
anterior, por eso es importante leerlas en secuencia para entender que YHVH
quiere un pueblo santo y para esto necesitamos entender el concepto de
santidad: En el contexto hebreo la palabra santo significa apartado
de, diferente, conforme a ciertas reglas.
Si miramos rápidamente la Toráh desde Génesis
hasta lo que hemos estudiado al día de hoy, veremos que el motivo por el cual
YHVH creó el mundo, es porque quería un lugar para habitar con su creación, pero
el primer hombre desobedeció, y como consecuencia de su pecado fue separado de
la presencia del Creador. Más adelante YHVH escoge un hombre justo, Abraham y
hace un pacto con él y para con su descendencia, la cual sería tan numerosa
como las estrellas del cielo, será su pueblo, YHVH eligió de entre todas las
naciones del mundo un pueblo llamado Israel, el cual se comprometería con Él
como su esposa. YHVH le da a este pueblo unas regulaciones especiales que lo
diferenciarían de los demás pueblos de la tierra.
De nuevo, como al primer hombre, le da la oportunidad
de escoger cumplir o no con Su voluntad, para que un día habite definitivamente
con Él. YHVH ama toda su creación y es por eso que le promete a Abraham que su
descendencia (zera) bendeciría el mundo entero, dándole la oportunidad a quien
no es descendiente físico de Abraham, de ser parte de su pueblo, a través del
sacrificio del Mesías prometido, Yeshúa, como una puerta que se abre definitivamente
para todos los que aceptando la sangre del Cordero y aman sus mandamientos. Hoy
ya entendemos que tenemos la ciudadanía de Israel y somos injertados en el
mismo olivo, el Olivo de Israel.
El pueblo extranjero, que ahora se nacionaliza
como Israelita (Efesios 2) al ser injertado en el olivo (Romanos 11)
recibe la misma savia, la misma instrucción que reciben las ramas naturales.
Las mismas regulaciones y enseñanzas son para el natural y para el extranjero
que viene por su voluntad a ser hijo de YHVH.